LOS FENICIOS – Libro escrito por DONALD HARDEN – Parte VII

El arte de la guerra

Las circunstancias y la geografía hicieron a los fenicios más marinos que soldados.

Fenicia se halla en el camino entre Egipto y las mejores tierras del Asia occidental, por el que constantemente circulaba en una y otra dirección un flujo de conquistadores. Por ello, sus ciudades tuvieron a menudo que resistir de asedios cuando no abrieron sus puertas sin resistencia al general conquistador.

Las ciudades estaban fortificadas, como muestran muchos relieves asirios ( entre ellos las representaciones de los combates frente a Tiro, en las puertas de Balawat, o en el relieve de Luli, o en algunas monedas de Sidón de principios del siglo IV antes de Jesucristo.

Como todas las potencias importantes con las que tuvieron relación fueron terrestres, cuando se trataba de organizar una armada, llamaban a los fenicios para que proporcionasen un contingente de barcos y hombres.

Cuando Sargón II atacó Chipre, los requirió, y también los barcos fenicios ayudaron a los persas. Darío los empleó en su guerra contra los jonios, y en Salamina, en la flota Jerjes, había trescientas trirremes fenicias en un total de 1.207 navíos. Las tripulaciones llevaban yelmos, y coseletes de tela,
escudos ligeros y jabalinas. El escuadrón fenicio, considerado como la mejor parte de la flota, luchó en el ala izquierda, frente a los atenienses, y como ya era habitual, salieron bien librados.


La trirreme que usaron en esta batalla no era ningún tipo nuevo de barco de guerra por aquel entonces, e incluso en época tan reciente como la batalla de Alalía (355), parece que todos los navíos que tomaron parte en ella eran pentecóntoras, un buque de guerra más pequeño y de modelo mucho más antiguo. Se dice que las trirremes son de invención se los sidonios.

Una característica de todos los navíos de esta época era la proa puntiaguda para embestir al enemigo, o pasando junto a él, segar los remos de la nave contraria. Se ha dicho que ésta es una invención fenicia, pero se ha visto algo muy semejante en los barcos, representados en una hoja de puñal del Bronce Antiguo de Dorak, en Frigia, y esto confirma la visión más reciente de que se trata de una invención egea tomada por los fenicios a los micénicos.


Los puertos fenicios parece que fundamentalmente eran radas. Hiram el Grande de Tiro vio que el emplazamiento de su ciudad en dos islas proporcionaba una excelente ocasión de arreglar las radas entre ellas y la costa, al norte y al sur, con lo que quedaban protegidas cualquiera que fuese la dirección desde la que soplara el viento, sistema que se convirtió más adelante en costumbre común fenicia. Sólo la más septentrional de estas radas quedó para abrigar las barcas locales, mientras que la meridional se llenaba de arena a causa de la construcción del muelle de Alejandro. Fenicia parece que no adoptó el muelle interior.

Hacia el siglo VI en tiempos de las guerras de Malco y de sus sucesores los magónidas, Cartago debía de tener ya un ejército en potencia, formado por súbditos y ciudadanos que no eran inexpertos en el arte de la guerra. Este ejército, cuando se le unieron las tropas proporcionadas por las ciudades aliadas de Sicilia y por los mercenarios, constituyó una fuerza considerable. Desde fines del siglo V hasta su derrota final, Cartago entró frecuentemente en guerra; con todo, nunca desarrolló un ejército permanente. No fue esta la práctica ni de los griegos ni de los romanos, aunque las legiones de estos últimos como fuerza permanente no aparecieron antes del siglo I antes de Jesucristo. Tampoco tuvo Cartago un cuadro de oficiales profesionales. Sus generales eran específicamente contratados para el asunto que se llevaba entre manos, y no eran, como ocurría en Roma, los magistrados supremos para aquel año.

Cuando alcanzaban el éxito y eran poderosos, como lo fueron los bárcidas antes y en la Segunda Guerra Púnica, permanecían en el mando por largos períodos.

El uso de mercenarios fue notable en las grandes guerras de Cartago. Pero el mayor empuje del ejército púnicos lo daban los propios ciudadanos de Cartago y sus súbditos, libios e hispánicos.

Como fuerza de choque en las batallas campales, los ejércitos púnicos emplearon los infantes con armas pesadas. Estas tropas estaban armadas con la espada normal y lanza, y llevaban al principio un escudo redondo, que más tarde fue cambiado por uno alargado, que fue también adoptado por los galos y los romanos hacia la misma época. Llevaban además una armadura defensiva.

Los ejércitos de la época empleaban también la caballería, los honderos, los arqueros y las tropas ligeras, en todo lo cual no fueron excepción los cartagineses.

Cartago empleó carros, e incluso envió por mar carros a Sicilia y otros lugares junto con sus ejércitos, pero la caída en desuso de los carros parece corresponder con la adopción del elefante como animal de combate.

Los elefantes fueron introducidos en el arte guerrero mediterráneo con el conocimiento de ellos por las tropas de Alejandro en la India: y Cartago, que tenía un buen surtido al alcance de la mano en el Norte de Africa, los empleó como una parte normal de sus ejércitos partir de principios del siglo III en adelante.

Los usó en Sicilia y en España, y Aníbal logró la difícil hazaña de cruzar los Alpes con más de treinta en el 218, aunque todos menos uno murieron después, de resultas del frío invernal. De cincuenta a cien de ellos era el número corrientemente puesto al mando de un general para una expedición grande. Y que eran un arma triunfante lo revela el que una de las cláusulas del tratado de paz de 201, después de la batalla de Zama, estipulaba que Cartago cesaría de cazar y capturar elefantes en el Norte de Africa. En Oriente, los elefantes llevaban a los guerreros en una torreta; en Occidente iba tan sólo el conductor con una aguijada; tenía una armadura o defensas , y se usaban para embestir las líneas enemigas y alterar sus filas.

En el Mediterráneo, el arte del asedio se desarrolló en gran manera durante el siglo IV antes de Jesucristo, y mucho de este desarrollo ocurrió en Sicilia. Pero buena parte de las estratagemas que a la sazón parecían nuevas en el Mediterráneo , eran ya conocidas desde hacía mucho tiempo en el Oriente, donde habría sido difícil enseñar a los asirios nada nuevo sobre los procedimientos de asedio: el ariete, el ataque de trincheras y de torres, la zapa y mina bajo los muros.

 

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